Estar juntos durante un tiempo prolongado en casa, exige además de comprender la situación que como sociedad estamos viviendo, encontrar maneras de acomodarnos y sobrellevar la cotidianidad con actitudes flexibles y positivas.
El llamado a aislarnos en casa representa una novedad que sin duda altera las dinámicas de vida y nos convoca a reflexionar sobre las rutinas que seguimos cada día.
Por supuesto, es un reto exigente que al comienzo puede generar tensiones y malestar pero con paciencia podemos encontrar que es un tiempo que nos presenta aprendizajes con los que podemos ganar-ganar para el ahora y para cuando podamos volver a los ritmos fuera de casa.
Asumir esta novedad conlleva un natural enojo porque ha alterado la cotidianidad y nos llama a realizar un esfuerzo decidido para que podamos realizar diferentes actividades hasta organizar nuevas rutinas que ayuden a equilibrar los roles y las expectativas de cada integrante de la familia.
Tener en cuenta:
- Acordar quién hace qué de acuerdo con sus saberes, capacidades e intereses.
- Descubrir juntos nuevas posibilidades de apoyo mutuo.
- Organizar de la manera deseada muebles, cajones y espacios que parecían abandonados.
- Recordar los juegos tradicionales y las enseñanzas impartidas por abuelos, tías, vecinos y otros.
- Acercarse a los recursos y potencialidades que ofrecen las tecnologías de la información y las comunicaciones, cuidando de conocer los sitios web que visitan los niños, niñas y adolescentes, así como quienes son sus amigos en las redes sociales y el tiempo que le dedican, protegiéndolos de exposiciones excesivas y sin acompañamiento a programas de televisión cuyos contenidos no resultan pertinentes para su edad.
- Recordar, preparar en equipo y disfrutar las recetas típicas que son famosas en la familia.
- Planear juntos algún proyecto que sea de interés y beneficio para toda la familia.
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